Tan sólo 23 países en el mundo tienen una democracia plena. Y eso, además de triste, es sumamente preocupante porque entonces resulta que el mundo no sería ese lugar idílico que siempre hemos pensado que era y por tanto, habría más de “los otros” que de “los nuestros”.
“El eje de la venganza” es un magnífico documental que analiza cómo la alianza entre China, Rusia e Irán pretende reestablecer un nuevo orden mundial a través de la confrontación para que sus intereses tengan mayor protagonismo y relevancia frente a otros países. Un engranaje internacional motivado por el odio a Estados Unidos principalmente y a los aliados de Occidente como efecto colateral, que salió a la palestra con uno de los hechos más vergonzosos de nuestra historia reciente.
Rusia le declaró la guerra a Ucrania en 2022 y no sólo es que utilizara el conflicto armado para cuestionar las reglas del juego, sino que marcó un punto de no retorno en las relaciones internacionales, reabrió heridas históricas del periodo soviético y desafió abiertamente los principios de soberanía y derecho internacional. Rusia busca recuperar esas zonas de influencia que perdió con la caída de la antigua URSS, una humillación histórica que Vladimir Putin nunca ocultó querer revertir.
China, por su parte, ha apostado por una estrategia más sutil y más discreta pero igual de peligrosa a fin de cuentas. La expansión económica y tecnológica que ha experimentado desde las reformas de 1978, le han hecho pasar de ser el actor marginal a la segunda potencia del planeta. Sin embargo, ese crecimiento, que a priori pudiera parecer positivo, ha ido acompañado de una vigilancia extrema sobre la población, represión de minorías y una creciente tensión militar.
Irán representa la resistencia ideológica y militar en Medio Oriente. Después de la Revolución islámica de 1979, se ha mantenido a las claras como un estado anti occidente, creando alianzas con grupos armados, como Hezbolá y manteniendo un programa nuclear que preocupa seriamente a la comunidad internacional. Las sanciones económicas no han debilitado su voluntad de dar una patada al frente y seguir con todo y, en China y Rusia, ha encontrado los compañeros de viaje perfectos con los que comparte rechazo al orden liberal.
Este triángulo, que no olvidemos que coordina foros como los BRICS, ha aprendido a usar las vulnerabilidades del sistema occidental a su favor. Y una de las más evidentes es nuestro modelo de consumo.
Cada vez que compramos productos low cost, muchas veces fabricados en China o con materias primas rusas o iraníes, estamos alimentando indirectamente economías que no sólo es que compitan directamente con la nuestra, sino que trabajan para socavarla. La obsesión por un precio más bajo ha llevado a la deslocalización masiva de la producción, destruyendo industrias locales, aumentando la dependencia energética y debilitando las cadenas de valor europeas. Y así, sin darnos cuenta, y a cambio de querer siempre lo más barato, vamos cediendo soberanía económica, que es la antesala de muchas otras cosas como la pérdida del control y las consecuencias políticas.
No es ningún secreto que Europa tiene una posición vulnerable frente a la energía rusa, sobre todo desde 2022. El milagro chino, por su parte, domina sectores tan estratégicos como las baterías, los microchips o la tecnología 5G. Y de Irán poco queda por decir. Tiene algunas de las mayores reservas de hibrocarburos del mundo, en concreto, la cuarta de petróleo y la segunda de gas natural.
Decía al comienzo de este artículo que esta alianza pretendía reestablecer un nuevo orden mundial a través de la confrontación. Y confrontación es confrontación, da igual del tipo que sea. Militar, tecnológica, biológica, de suministros…
La contienda que plantea este triángulo no es sólo una cuestión de diplomacia o de ejércitos, es una lucha que se libra día a día en las decisiones que tomamos como ciudadanos y como consumidores. Cada euro gastado en un producto que debilita nuestras economías y fortalece regímenes autoritarios contribuye, sin que lo notemos, al cambio de un orden mundial que aún con todos sus fallos, garantiza libertades, derechos y estabilidad en al menos una parte del planeta.
Cuando consumas o compres, acuérdate de esto. Lo que haces en tu casa repercute en la de los demás.
Almudena Quesada, Concejal del Grupo Municipal Socialista de Pilar de la Horadada